Estimados todos, (Como diría Alex), jejeje.
Han pasado algunas semanas sin publicar rutas, volvemos a la carga y con renovadas fuerzas.
En este caso, y haciendo los mismo que con la ruta de Avila-Majadahonda donde los participantes escribían su experiencia, os dejo con los relatos de cada uno de los que participamos de esta excitante y sufrida ruta.
Atasco en la Marmota |
Alejandro Weil (Alex)
En enero mi amigo Fede me avisó de esta ruta. La página web la describía como una ruta exigente (108 km, 2200 m de ascenso positivo y 1800 de descenso) con un máximo de 2000 dorsales.
Para esa época yo estaba jugando con la idea de apuntarme a mi primer “gran ruta”, pero los 2000 bikers me echaban un poco para atrás: ¡es mucha gente!; yo soy más de rutas entre unos pocos amigos, y como en el Club se está estableciendo la tradición de hacer la SRAM (Super Ruta Ávila Majadahonda), en la que participan 100 bikers o menos, me pareció que ésta sería en principio una mejor opción. En principio. Una vez tomada la decisión de apuntarme a una ruta de 100 km, al pensar en la preparación necesaria, ví que la fecha de la SRAM no me dejaba tiempo suficiente, así que decidí unirme a la marabunta (acabamos inscribiéndonos casi 15 bikers del club, muchos de ellos por gentileza de Ángel, que trabaja cerca de La Grupetta, aunque con el cambio de fecha por parte de la organización sólo quedamos nueve inscriptos: David, Dennis, Javi, José Antonio, Kiko, Manolo, Oscar, Raúl y un servidor).
El comienzo de la preparación se fue demorando por lluvias y quehaceres varios, y para mediados de abril, tras una aparatosa caída con golpe en un hombro pero sin mayores consecuencias, empecé a preparar la ruta con más ganas que conocimiento (y con ninguna experiencia). Durante una ruta le pregunté a Manolo qué sería conveniente hacer; su sabia respuesta: “rodar, rodar y rodar”. Así que me puse a ello, haciendo lo poco que podía: ida y vuelta al trabajo (Tres Cantos) una vez por semana, sólo, tirando de fuerza de voluntad, y la salida «religiosa» del domingo, tan placentera, con el club. Ya para primeros de mayo nos empezamos a poner serios y con algunos amigos del club pensamos hacer una ruta un poco «especial»: de Pitis a Cercedilla, para volver en Cercanías; 65 kms y 1600 m de desnivel (para mí, hasta ese momento, la ruta más dura de toda mi vida!!). Para el jueves 15 de mayo preparamos otra ruta seria: La Cabrera – Miraflores – Puerto de Canencia – Puerto de Morcuera, y regreso en bici: 80 kms y 1800 m de ascenso. Segundo récord! Ambas rutas las hicimos a nuestro ritmo, entre amigos; un placer. A partir de ahí los entendidos recomendaban empezar a reducir intensidad, así que salí el domingo 18 con el club (50 kms, 1000 m de ascenso; joder, si en comparación parece poco….) a ritmo tranquilo porque las piernas notaban la paliza del jueves anterior. El martes 20 nuevamente a Tres Cantos, y luego descanso hasta el 24, día de la ruta a Segovia.
A medida que se acercaba el día, la verdad es que me iba poniendo un pelín ansioso, casi como en situación “pre-examen”. Era una sensación dentro de todo placentera, y que tenía un aspecto positivo: resolvió el posible estreñimiento previo; así que ya el día anterior estaba fino fino, con expectativas de evitar el nunca deseado “apretón” en medio del monte. La noche anterior, mientras estaba por cenar un buen plato de arroz con pollo (preparado con mucho amor) y una cerveza, vinieron a desearme suerte Jose y Eva, unos amigos que corren en plan “bestia”; ipso facto me cambiaron la cena por pasta y cerveza sin alcohol. Vale, todo sea por estar en “buena” forma al día siguiente, me como la pasta y guardo la birra para la vuelta…. pero cuando se marcharon, el pollo me lo comí! Y a la mañana siguiente, desayuné otro plato de pasta. Por cierto, para la próxima gran ruta, Jose y Eva me recomendaron la siguiente dieta para los días previos: unos días antes: nada de hidratos de carbono ni alcohol; el día anterior o los últimos dos días: hidratos a punta pala…. pero nada de alcohol (qué pena).
La mañana se presenta…. muy pronto: el despertador suena sobre las 6. Besito de buena suerte y última comprobación del gran check-list preparado por Manolo: todo correcto, así que parto hacia el CC Miramadrid, punto de encuentro para luego proseguir hacia Montecarmelo. Aparcamos, montamos bicis, etc., y rumbo al punto de salida, no sin antes intentar dejar el último “pinito”. Ahora sí, todo listo.
¡¡¡¡Por Dios, cuánta gente!!!! Aunque la salida está completamente abarrotada, por suerte nos encontramos algunos compañeros para arrancar juntos. Nos faltan David, Raúl y Javi; ya nos encontraremos en el primer avituallamiento. Desde que dan la salida hasta que empezamos a rodar pasan unos 10 a 15 minutos, y a los pocos metros…. primer atasco. Esto no pinta bien. Seguimos rodando por pistas, y la ruta nos lleva a unos toboganes, donde gran cantidad de bikers ¡se bajan de la bici en las cuestas!, bloqueando a los que nos animamos a subir montados. Insisto: esto no pinta bien.
En estos primeros kilómetros Dennis y yo vamos juntos, charlando tranquilamente, hasta que en el primer avituallamiento nos encontramos con Javi, José Antonio, Kiko, Manolo y Oscar (David y Raúl van más adelante). Este avituallamiento es en Tres Cantos, sitio que me recuerda a mi compi Alberto, que está con una hernia cervical y sin poder tocar la bici. Compi, recupérate pronto, ésta va por ti.
Esperando a cruzar el puente de La Marmota |
Comienza la bajada, y llegamos a la valla de El Pardo; es todo felicidad: el clima está ideal, la media en 13 km/h, vamos bien, ansiosos por llegar a la bajada de La Marmota.. Hasta que…. ¡No! ¡Otro atasco! Y este es de los buenos. Tras media hora parados, empezamos a movernos…. Y viene una nueva desilusión: la bajada a La Marmota la están haciendo todos a empuja-bike, así que para montarse en la burra tocaría esperar otra hora a que pasen todos. Ni hablar. Así que bajo desmontado y me pierdo una de las mejores partes de la ruta. Esto no es que pinte mal, ¡es un desastre!
Tras hora y media de atasco logramos cruzar La Marmota, que ha hecho honor a su nombre; un horror, todo empuja-bike y la media baja a unos 9 km/h. ¡Mierda! Ahora vamos a tener que apretar el ritmo para llegar a tiempo a Cercedilla; y apretar el ritmo no me gusta nada, soy de los que gusta ir tranquilo, a mi ritmo. Por suerte el tramo siguiente no se da mal y la media empieza de a poco a recuperarse. Al llegar a Manzanares, donde nos volvemos a encontrar todos (menos David y Raúl, por dónde andarán, ya en Cercedilla quizás…), seguimos ajustados de tiempo. Pues a seguir moviéndonos; próxima estación: Avituallamiento Mataelpino, donde volvemos a reunirnos los 7 habituales. Los avituallamientos me parecen en general bastante bien organizados, la fruta y bebida entran de cine, nos reunimos todos y tenemos unos minutos para charlar…. en fin, esto no está tan mal después de todo.
Hasta ahora no he probado ninguno de los geles, sólo fruta y barritas, y de momento bien. De tiempo vamos mejor pero no puede uno distraerse, que es la 1:30, a las 3 cierran el control de Cercedilla y faltan unos 15 km. Un pinchazo y adiós, y además aquí empieza el tramo donde hace pocas semanas pinché, así que me meto más fruta, un gel, y a seguir. Como voy medio bien de fuerzas y me siento cómodo en el sendero, decido apretar un pelín el ritmo, y sigo a buen ritmo toda la subida hasta la Fonda Real, a la que llego apenas pasadas las 2…. Y donde para mi sorpresa, ya que no lo recordaba, está el control de Cercedilla. ¡¡¡¡¡Siiiiii!!!!! ¡¡¡¡Llegué!!!! ¡¡¡¡Esto es una maravilla!!!! La preparación ha dado sus frutos.
Espero unos minutos a Manolo, y bajamos juntos a Cercedilla. Vamos desencontrados del resto, algunos irán por delante y otros por detrás, pero nos reunimos nuevamente en Cercedilla. Ahí nos enteramos que David ha sufrido una avería y se vuelve (qué pena compañero, la próxima vez será), y vemos a Raúl que ya arranca hacia Segovia. Qué máquina.
Una hora y pico que tardamos en que nos den la pasta, comer, meadita de rigor, y montar nuevamente. Joder, ¿Dónde han quedado esas buenas sensaciones? Frío, más cansado de lo que pensaba, y con el culo perjudicado, empiezo la subida al puerto de la Fuenfría. La recordaba como una subida más bien tendida, no demasiado exigente; pero claro, cuando la hice no tenía 70 km en las piernas (ni en el culo). Menuda diferencia. Pero estamos aquí, y no es momento de darse la vuelta, así que con paciencia vamos dando pedalada tras pedalada, alternando tramos sentado y de pie (por eso de tener el culo como el de un mandril). Hay que llegar al mirador Vicente Aleixandre, a partir de donde, según Manolo, se suaviza la pendiente de subida. Por suerte, la grata compañía hace mucho más llevadera esta subida, auténtico desafío que logramos superar a base de obstinación, paciencia y buen rollo. Aquí el grupo se estira un poco; JoseA va como una moto y coge la punta, seguido (bastante lejos) por Manolo y por mí; muy cerquita vienen Kiko y Oscar, luego Javi y un poco más rezagado Dennis. Lo importante es que seguimos todos, y que lleguemos todos a la Fuenfría!!!
Fotos de rigor arriba, nos abrigamos y empieza la bajada, aunque me quedo atrás para hablar por teléfono con Dennis y, tras ver que todo iba bien y que estaba casi arriba, arranco. De aquí en adelante es todo disfrute; la bajada hasta Segovia es larga y muy bonita, con pista, sendero y tramos un poco más técnicos. Me empleo a fondo en alcanzar a mis compañeros, y de a poco voy dándoles “caza”; a todos salvo a JoseA, que iba muy adelantado, y a Manolo, que debe estar bajando como un poseso. En el último avituallamiento me encuentro con Kiko, que estaba comiéndose una barrita tranquilamente, y seguimos el tramo final juntos hasta cruzar la meta, abrazados.
Como primera gran ruta ha sido una experiencia espectacular. Lástima los atascos, sin los cuales la habríamos acabado en menos tiempo y sin presiones. Sin duda, para mí lo mejor del día ha sido hacer esta ruta en tan grata compañía. La bici de montaña me da esos momentos, fruto de la combinación de esfuerzo y desafío individual, pero realizado en grupo y acompañado por gente entrañable mientras alterno entre la concentración total en el camino y la contemplación de unos paisajes de ensueño, en que pienso que algo más se le puede pedir a la vida, pero no mucho…..